viernes, 30 de noviembre de 2007

El niño de los ojos negros

23 de Diciembre.
Me levanté y metí mis pitufitos en unas zapatillas de casa de borreguito. Me encantaban. Estaban viejitas, rotas...pero me recordaban a los patucos de Moretina. De lana negra y blanca los pequeños, morados y rosas los grandes. Creo que aún guardo un par en algún cajón de alguna cómoda de algún recuerdo de 30 metros cuadrados.
Completamente desnuda quité su mano de entre mis piernas y me desperecé con toda la luz que entraba por la claraboya a contraluz.Igual que hacía mi madre en otro cajón de 30 metros cuadrados años antes.
Me pusé una camisa gigante lila y bajé a su cuarto.
Pelé una mandarina y con un gajito en la boca fui a despertar a mi hijo. El niño de ojos más bonito que os podais imaginar. Con solo cinco añitos ya soñaba con ser un pirata. Un día le dije que por que no un corsario y me dijo que él no trabajaba para nadie y que era publicano. Cruzó sus mini bracitos y me sonrió fafarronamente.
Aquella mañana, solo se oía de fondo el ruido del agua hirviendo y esos ojitos negros que cerrados eran capaces de hacer tanto bien... tan capaces de hacerme morir descansaban libres.
Empecé a llorar como una boba con el gajito de mandarina en la boca. Y el niño de ojos negros se despertó asustado. Me sentí fatal por preocuparle pero se abalanzó sobre mí. Rodeo mi cintura con sus brazos y me curó con su mirar.
- Ama amaaaa!!!!
- Maitia...- lo cogí en brazos y le llene la tripita de besos de mandarina.Le di un gajo y noté como las gotitas pegajosas de la mandarina se caían entre nosotros mientras se reía. Esos dientes me volvían loca. Esos ojos me hacían...temblar.
Le dije que tenía un regalo para él y me dijo que ya sabía. Él lo sabía todo igual que yo y me encantaba. Me dijo que había usado la brújula del aitona para encontrar el tesoro pero que creía que estaba ya viejita y mejor que la guardara yoporque no quería que le dijera que la había roto él.
-Etorri maitia- le dije y le hicé cerrar los ojitos. Le dije que diera vueltas con el brazo extendido y se parara cuando quisiera.
y se paró. Y le dije que corriera a donde señalaba su dedito minúsculo. Corrió y encontro un paquetito con una flecha y un cuchillo dentro.
Los había hecho su padre. Él lo sabía y no paraba de sonreir y sonreir y sonreir más y creo que entraba tanta luz en esa habitación que me costaba hasta verle, hasta entenderle, hasta comprender como algo tan precioso había salido de mí.
Subió corriendo a darle un beso a su padre y tirandonos de la ropa salimos fuera a jugar con él. Nuestra misión era hacer un arco y le pusimos una nota al gato mensajero de la casa para que fuera a buscar piezas para hacer un barco pirata de colorines. Porque mi pirata de ojos negros quería que la gente se alegrara a su paso.
Mi pequeño pirata de ojos negros tenía el corazón más hermosoque ha existido nunca.
Mi niño de ojos negros.
Y nos quedamos los tres abrazados esperando a que el gato mensajero volviera de su peligrosa misión.
Él no paraba de moverse encima de mis piernas y su padre no paraba de mirarme a los ojos dándonos las gracias por poder vivir momentos tan bonitos.
Momentos que están bien localizados en un cofre del tesoro en el barco pirata de colorines en mi corazón de treinta metros cuadrados.

jueves, 6 de septiembre de 2007

El teléfono movil

Cuando Eva miro el escenario puso cara de indiferencia como buena leo que era. No le gustaba mostrar sus debilidades, y verse conmovida por aquellos hechos no entraba en sus parametros del orgullo.

Cogió el bote de la mesilla y sacó de él un par de teclas. Anduvo tres pasos sobre la ruidosa madera del escenario y dejó caer la teclas al suelo. Miró a su compañero inclinando levemente la cabeza y con una voz más segura de lo esperado salió de aquella habitación del decorado.

Sentada en un taburete del bar del teatro bebió un largo trago de su zumo de pomelo y dijo mientras miraba fijamente a algún punto perdido en aquella unión de espacio y tiempo:
- Zorra.

La situación era ciertamente un poco más peliaguda de lo que una persona no involucrada sentimentalmente pueda pensar. Para Eva, quitarse la venda de los ojos recién cumplidos los 32 no era más que otra gota que se desvordaba en su vida. Exitosa, como cientos de protagonistas de novelas para mujeres, Eva había luchado por encontrar ese hueco en la sociedad por el que todas luchamos y podría decirse que al menos por encima, lo había conseguido a vase de esfuerzo.

Descubrir a los 32 una turbia trama de la que su madre era núcleo y artífice no era un golpe que se pudiera encajar de cualquier manera.

Es en este punto de la narración donde se introduce el elemento clave. el teléfono movil. Rectifico, los. ellos llenaban al parecer las noches de su madre mejor de lo que nunca había conseguido su padre. Divorciados hace años por causas que no vienen al caso, la entrañable actriz de 54 años, conocida por algún que otro espectaculo de cabaret del centro de Madrid había dejado la interpretación a un lado para curtirse un poco en la dirección.

Durante los dos años que había durado la preparación del teatro, montajes de escenario, atrezzo, guiones... ella había paliado su soledad y su stress a través del sexo. Prácticas que le habían hecho sentir más segura. Seguridad que poco a poco se había tornado peligrosa, pues ella era para si misma la musa de sus sueños, la diosa que merecía culto por parte de todos sus súbditos y poco a poco aquella obra teatral titulada "Sin Ánimo De Ofender" lo que equivale a SADO, curiosa coincidencia, se transformó en una red de sexo manipulada y custodiada muy de cerca por la, llamemosla así, madamme general de la obra.

Tráfico de esclavas, reuniones privadas organizadas, shows en directo para los clientes más influyentes y así había logrado ella costear los gastos de su gran proyecto. Como todo en esta vida, su desmadre pasó factura y supongo que digo esto para ayudar a que este relato tenga una especie de moraleja de fondo, directamente remarcada por una. Todo acto tiene una consecuencia, o varias, que aparecen directa o indirectamente para enseñarnos el escarmiento supongo, o como en el caso de nuestra madamme particular para cobrarse las deudas de un modo igual de ortodoxo que los que ésta empleaba.

Por esta razón le fue encargado a la muerte este último chanchullo. Su cuerpo apareció sin vida en el llamado fumadero de la trasera del teatro con un movil introducido en su vagina en modo vibrador.

Supongo que como toda trama medianamente espeluznante, esta historia necesitaba un elemento fuera de lo normal. Como entonaba Sabina en su canción: "a esta canción para ser comercial le falta un buen estribillo".

Los teléfonos móviles antes nombrados eran meticulosamente manipulados por su poseedora. Después de quitarles las teclas y meterlas en aquel bote de cristal, forraba convenientemente el móvil y lo utilizaba para darse placer.

Muchos dirán al respecto que a aquella desalmada no le faltaba dinero, pero nadie a hablado de escasez de recursos... digamos que los telefonos moviles le ponían, cruda y llanamente.

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Por la mañana cuando Eva recibió la llamada desde comisaría, le recordo a su fuerte temperamento que esta vez no era una muerta más, pero que debía controlarse. Su madre había sido encontrada muerta a causa de un cortocircuito interno...

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Chincheta amarilla

Coloqué tres chinchetas en mi bolsillo para notarlas al caminar.
Las notaba y de vez en cuando daba un pequeño saltito.
Llevaba un libro de cuentos en la mano y caminaba firme y decidida hacia mi nuevo trabajo.

La tres chinchetas tenían su porqué. Mi padre me dijo de pequeña que siempre debía recordar los momentos de tempestad cuando la vida dirijiera los rayos de sol a mis días.

Por la mañana sentada en mi colchón, mientras me hacía cosquillas con la llema de mis dedos, despacito, subiendo desde mi cadera hasta mi cuello pensé que aquel era uno de los momentos en los que la vida me apuntaba con esa pistolita de la felicidad que mi padre nombraba tantas veces en sus momentos de sabio delirio.

Decidí que tenía que hacerle caso, porque el era mi padre. Porque ante todo había aprendido a vivir con gracia a pesar de no tenerme cerca.

No pretendo decir que yo era su vida. Nunca lo fui. Era muy independiente, muy orgulloso y sí, deliraba a menudo pero me quería. O al menos eso decía en la carta que me escribio. Carta que me dejo junto con una cajita de chinchetas.

Sentada en mi colchón cojí la cajita y miré todos sus colores.
Sí, mi padre me regaló chinchetas de colores. Me dijo que no quería que pensara que era un loco culquiera. Era un loco sí, pero con imaginación y una pizca de alegría añeja.

Volví a mirar las chinchetas y pensé que esa sería la mejor manera de recordarme los malos tiempos.
No se trataba de recordar su muerte y flagelarme pensando en mi tristeza. No se trataba de llorar por su pérdida.
Cuando tendió el sobre y la cajita cilindrica sobre mi mano me dijo: "solo te pido una cosa. Cada vez que te encuentres mal clavate una de estas. Si tu dolor es tan grande y tan profundo la sangre no te escocerá. No notaras el pinchazo. De lo contrario, si te molesta, piensa que eso que enturbia tu fragil alma no es tan grave como parece. Olvidalo y sigue adelante. Eso sí, ten cuidado de no sufrir en vano, pues el día que se te terminen las chinchetas no te permito que sufras más.
La razón de esto será: 1: habrás sufrido demasiado y ya será hora de que aprendas a disfrutar. No permitas que tu corazón sufra hija. Y 2: tu corazón no será capaz de sufrir más, no será capaz, porque ya no sentirá ni las chinchetas ni las malas palabras de la gente que te quiere."

Dicho esto me miro con esos ojos perdidos y por primera vez todos los presentes se dieron cuenta de que estaba bastante más cuerdo que ellos.
No me permití llorar porque de sobra sabía que en aquellos momentos la chincheta no me haría daño.

No he gastado ninguna. He sufrido bastante pero no las he usado.
Supongo que esos pequeños pinchacitos me recordaban simplemente lo que tenían que tenerme presente.

viernes, 31 de agosto de 2007

La tarjeta

Era una tarjeta, supongo, como todas las demás.
Y supongo que esta manera de introducirla se parece a muchas otras que he leído antes, así que alegaré en mi defensa que se debe a la influencia literaria, no me gusta acusarme a mi misma de tener poca originalidad.

Como decía, aquella tarde cuando tus tíos vinieron a hacerte una visita, cuando se presentaron con una calida sonrisa y una caja de cuarto de kilo de pastas de té, después de pensar que no contaban con mi presencia, vista la poca cantidad de pastas que traían, no pude más que mirarte a los ojos para autoconvencerme de que yo tenía tanto derecho de estar allí como los demás.
Había pasado muchas noches a tu lado, más de las que les hubiera gustado y había disfrutado de tu cuerpo una y otra vez, sin ver saciada del todo mi necesidad por ti.

Llevabas dos semanas ingresada y en esas dos semanas solo había rozado tus labios en las pocas ocasiones en las que tu familia nos dejaba un poco de intimidad.
Supongo que los únicos dedos que tocaban mi sexo eran los míos y solo podía mirar mis propios pechos o alguno que otro que se me colaba en un anuncio vía internet.
Como he dicho, la tarjeta de tu tío era como todas las demás. Blanca, con letras cursivas y un sello de su empresa supongo. Lo cierto es que no le presté mucha atención a ese detalle. Me has dicho muchas veces que no presto atención, pero yo no lo veo de esa manera, yo extraje de ese gesto lo que para mí tenía importancia.

Yo soy tu pareja y el día en el que tus tíos se presentaron por primera vez en el hospital se presentaron extendiendome una tarjeta de visita.
fue una primera impresión bastante fría, como podrás imaginar pero no hay que fiarse de la primera impresión, eso dicen, y nunca me ha gustado juzgar precipitadamente a quienes me rodean y a quienes no lo hacen.

No hice mal. Supongo que esa manera tan fría de acogerme no era más que una fachada, tal vez más evidenciadora de sus intereses hacia mí.
Cuando salí a tomar el aire salió conmigo y volvió a darme una tarjeta de visita.
Me quede un poco perpleja, podía entender que no les cayera bien. Que para ellos no fuese más que una bollera aprovechada, pero no me gsutaba que me humillaran de esa manera, no era tonta. Esta vez mi primera reacción fue mirarle a los ojos y hacerle saber que me incomodaba su presencia. Pero por lo visto a él no le incomodaba la mía.
Me dijo que cogiera esa tarjeta de visita y entonces advetí que ésta era diferente a la anterior. Posó su mano sobre mi sexo y con una caricia me lo dijo todo.

Nunca supe si querían tenderme una trampa. si tu tío era un adulto con falta de sexo que quería aprovecharse de mí o si era yo quien lo necesitaba a él.

NO me atraía especialmente, pero tampoco me atraías tú.
Yo no estaba lo suficientemente confundida como para excusarme diciendo que la situación me aturdía o que la responsabilidad de las ultimas semanas podía conmigo.

Sabes que no me gsutan las excusas. Me gusta el olor de la lluvia y me gustó sentir su cuerpo pegado al mío todas las veces que le visité.
Ahora estamos bien otra vez. Igual de bien que entonces. No me atraes más. No me atraes menos. Como siempre disfruto de tus caricias y disfrutas con mis besos.
Pero sé muy bien que lo has percibido todo y por lo tanto de nada sirve hacerte saber que he tirado esa tarjeta. Conozco bien su dirección y no la necesito, pero sabes que siempre nos hemos comunicado de esta manera. Y si te digo que tu familia se ha portado mal con nosotras, sabrás que es verdad, pero también sabrás que yo soy el obstaculo más grande en nuestra relación y como soy consecuente con mis actos de nada sirve que te diga que lo nuestro debe terminar por terceros.
Lo nuestro terminará el día en el que una de las dos lo decida.